El kulfi no es un postre cualquiera. Es el helado original de la India, rico, aterciopelado y cargado de historia. Nacido en las cocinas reales de la época mogol, su nombre procede de la palabra persa Qulfi, que significa «copa cubierta», un guiño a su preparación tradicional. El kulfi, que antaño era un manjar exclusivo de la realeza, se ha convertido en un favorito callejero, apreciado en todo el sur de Asia y más allá.
Antiguamente, los cocineros cocían la leche a fuego lento durante horas hasta que se espesaba, infusionándola con azafrán, cardamomo y frutos secos. La rica mezcla se vertía en moldes de metal y se congelaba en ollas de barro llenas de hielo. Para acelerar el proceso, utilizaban un truco ancestral: mezclaban sal con hielo para bajar la temperatura y crear la característica textura densa y cremosa del kulfi.
El kulfi se sirve de muchas maneras, cada una con su encanto. Los vendedores lo sacan directamente de las Matkas de terracota (pequeñas vasijas de barro), cuyo aroma fresco y terroso realza cada bocado. Algunos lo cortan en discos, adornados con pistachos fileteados y sirope de azafrán, mientras que otros lo sirven en un palo, listo para saborearlo en un caluroso día de verano. Los clásicos, Malai (nata), Pista (pistacho), Mango y Kesar (azafrán) nunca pasan de moda, pero los toques modernos como Paan (hoja de betel), Gulkand (mermelada de pétalos de rosa) y frutas tropicales mantienen la emoción. Acompáñelo con Falooda (fideos sedosos), semillas de albahaca y sirope de rosas para disfrutar al máximo.
El kulfi es más que un postre: cremoso, aromático y lleno de nostalgia. Es una muestra del pasado real de la India, que aún hoy derrite corazones.