Esta bebida omnipresente se sirve en kulhads de terracota o altos vasos de acero por todo el país. El lassi es el elixir veraniego más querido de la India… espumoso, cremoso y profundamente reconfortante. Una mezcla de yogur, agua y un toque de tradición marcan una pausa en una sofocante tarde. Es símbolo de hospitalidad, un puente entre la nutrición y el placer.
En Punjab, cuna del lassi clásico, es tan espeso que puede sostener una cuchara, a veces coronado con una capa de malai o un remolino de crema. Endulzado con azúcar o panela y a veces perfumado con agua de rosas o cardamomo, esta versión puede ser tan sustanciosa como una comida completa. La versión salada, o lassi namkeen, es más ligera, con un toque de comino tostado y sal de roca. Es el saciador de sed ideal.
Si viajas hacia el este, encontrarás el Mango Lassi reinando en cafés y dhabas. Esta mezcla agridulce de pulpa de mango maduro y yogur frío es tan cremosa que puede servirse como postre. En Varanasi, el lassi se convierte en arte, con capas de rabri, pistachos, azafrán y servido en vasijas de barro que aportan un aroma terroso en cada sorbo. El lassi de rosa de Bengala añade un toque floral, mientras que Rajasthan lo reinventa con especias: cúrcuma, sal negra y cilantro triturado. En el sur, adopta una forma más líquida y salada, parecida a un suero levemente ácido.
Pero el lassi no es solo sabor. Esta humilde mezcla lleva consigo sabiduría ancestral. Lleno de probióticos, ayuda a la digestión, refresca el cuerpo y restaura la hidratación. Es el antídoto contra el calor implacable de la India y el compañero ideal para comidas picantes y llenas de sabor.
Ya sea disfrutado en un puesto callejero bajo un techo de palma o en un café moderno con giros artesanales, el lassi mantiene su esencia: refresca, calma y conecta… un recordatorio helado del antiguo amor de la India por el equilibrio en el sabor, el clima y la vida.
